Jim Jones: el suicidio colectivo más grande de la historia pasó en Latinoamérica y lo causó un pastor

El líder religioso les prometió crear un nuevo mundo en Latinoamérica, pero terminó envenenando a más 900 personas, entre ellas, alrededor de 200 niños.

Jim Jones fue un popular predicador que fundó un culto ubicado en Guayana. Foto: composición LOL / Foto: The Jonestown Institute

Jim Jones fue un popular predicador que fundó un culto ubicado en Guayana. Foto: composición LOL / Foto: The Jonestown Institute. Foto: composición LOL / Foto: The Jonestown Institute / Foto: composición LOL / Foto: The Jonestown Institute

El reverendo Jim Jones tuvo una infancia complicada. Su padre, un veterano de guerra con los pulmones dañados debido a los gases tóxicos, vivió limitaciones laborales debido a su frágil estado salud. Por otro lado, su madre, un ama de casa frustrada que no desperdiciaba la oportunidad para recordarle a su hijo que deseaba no haberlo tenido, se marchó lejos para trabajar.

El entonces pequeño Jim aprendió a confrontar la soledad, aunque siempre pudo contar con su comunidad. Sus vecinos le tenían cariño, en especial un pastor y su esposa, quienes lo acercaron a la palabra de Dios desde muy temprana edad.

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Con tan solo 10 años, podía recitar pasajes enteros de la biblia. Una pasión que comenzó a torcerse cuando pasó de predicarle a sus vecinos y amigos a modificar tradiciones cristianas para hacer travesuras, como cuando cambió el agua de bautismo por sus orines.

Con la Segunda Guerra Mundial apareció uno de los ídolos de Jones: Adolf Hitler, cuyo autoritarismo y liderazgo lo marcaron profundamente. Aunque, a diferencia de la cabeza del nazismo, él no estaba a favor de la segregación. Si se convertía en el pastor del rebaño que era el mundo, planeaba hacerlo al frente de diversas comunidades, sin importar su origen u orientación.

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Jim Jones funda su propio culto

En 1954, Jones fundó su propia congregación, llamada “El Templo del Pueblo”. Allí, predicaba milagros y decía haber curado ciegos, eliminado tumores y revitalizado a pacientes moribundos. Quizás más descabellado que eso era que sus seguidores le creían, ¿cómo no hacerlo? La mayoría eran drogadictos y personas de la calle que habían sido abrazados por la religión, salvados de la mala vida.

La comunidad creció tanto que Jones sintió que era momento de ejecutar su visión de una gran estirpe perfecta y aislada del mundo. Arrendó un terreno de 12 km en Guyana y fundó JonesTown, un pueblito al que llegaron cientos de personas y donde él, y solo él, tenía la última palabra.

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Poco a poco el sueño se fue deteriorando. La comida comenzó a escasear, ya que, aunque cultivaban sus propios alimentos, la tierra era difícil de trabajar y las extensas jornadas no eran suficientes. Quien desease escapar de estas carencias, era llevado de regreso por otros miembros de la comunidad. No había forma de escapar.

Jonestown

Jim Jones invitó a sus seguidores a crear un nuevo mundo, pero envenenó a más de 900 personas. Foto: The Jonestown Institute

El trágico final de JonesTown

Con el tiempo, Jim comenzó a desarrollar una enfermedad mental que limitó su habla y coherencia, por lo que sus discursos se convirtieron en balbuceos sin sentido. Esto, sumado a sus ocasionales ataques de paranoia, lo llevaron a probar la lealtad de sus seguidores constantemente. ¿Cómo? Preguntándoles si estarían dispuestos a seguirlo hasta el final, incluso en la muerte.

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Era tal el grado de manipulación que, a pesar de que sometían a votación algunas de estas decisiones, la mayoría elegía seguirlo. Es así que todos bebieron un líquido rojo en más de una ocasión para acabar con sus vidas, sin que nada ocurriese realmente. Era solo una prueba más.

Finalmente, en una tercera o cuarta ocasión, el simulacro dejó de serlo y todos bebieron una mezcla de barbitúricos, tranquilizantes y cianuro. Aunque algunos, al percatarse de lo que estaba ocurriendo, intentaron frenar al pastor, sus esfuerzos fueron en vano.

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Un total de 913 personas fallecieron en JonesTown, donde se encontraban alrededor de 200 menores de edad, los primeros en recibir la mortal bebida. Es así como este culto y comunidad, asentada en Latinoamérica, marcó el suicidio colectivo más grande de la historia.